Para las muchachas elegidas comienza una vida mas dorada, intensa, extenuante. Una vida que hace a un lado su cotidianidad de colegiala, oficinista, dependiente de almacén y les imprime un aire de importancia que de súbito, les suaviza los gestos, les refina el vocabulario, les otorga una misteriosa incandescencia a su mirada.
Con todo, unas pocas llegan a creer que esta es una oportunidad para ingresar en un supuesto mundo culto, sofisticado, de manera afelpadas y conversaciones indirectas, alusivas. Otras sueñan con conseguir un buen partido o, al menos, un trabajo. Ninguna puede olvidar, sin embargo, que son reinas de barrio, que deben su confianza al apoyo que logren de la gente.
Se entrega con fervor a cumplir una apretada agenda. Primero, precisa los detalles de su preparación. Luego, junto con los del comité de fiestas que les halla nombrado, casi siempre el presidente de la junta de acción comunal, un tesorero, un secretario, algunos miembros de su familia planea la estrategia para recoger dinero y ganar popularidad. Para alistarse piden premios en el estudio, licencia en el trabajo; hubo casos en que las expulsaron de los colegios mas conservadores porque sus directivas consideraban denigrante aceptar la postulación para reina popular; después reúnen los certificados, las fotos, las firmas necesarias para inscripción de la candidatura; consultan la fecha de coronación; se mandan a cortar el cabello a la moda; aprenden a maquillarse, se hacen tomar las medidas para el traje típico en la casa designada por la corporación, ojean y repasan revista para elegir los modelos de los trajes distinguidos con telas brillantes.
El baile de coronación se realiza en un sitio “popular pero distinguido” – La caseta comunal, escuela, un restaurante, y en muy pocas ocasiones en algún club – con la asistencia de las directivas de las fiestas y todos los noveleros del barrio.
El discurso de coronación esta a cargo del alcalde, un concejal, de un político, de uno de los notables del barrio. Cuando le colocan la banda a la reina al instante pierden el nombre, para ser llamada reina, candidata o señorita, apellidada con el nombre del barrio que representan.
Tomado de: la ebridad de los apóstoles,
torres William Fernando.
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